lunes, 6 de abril de 2009

Abrazos

Al acabar la velada, había acompañado a su hija hasta la puerta del piso en el que seguía viviendo solo, y al despedirse como siempre ella había querido abrazarle, y él se había dejado ..pero no había podido evitar ése escalofrío por la espalda.

La hija había intentado evitar la mueca que siempre se le escapaba…y él había intentado sonreirle acompañando la sonrisa con un leve levantamiento de hombros a modo de ‘’perdona, perdona’’…

Cuando se quedó solo, pensó que no podía continuar así. Tenía que buscarle solución a ese problema. Hacía años, muchos años que los abrazos le producían escalofríos, viniesen de donde viniesen…

Se sentó en el sofá con su Mac mini.., se crujió los nudillos como para empezar una pelea, y tecleó google en la barra del buscador.

“Camisa de fuerza” : 1.540.000 resultados….una camisa de fuerza le obligaría a estar autoabrazado. Sólo había que elegir uno que fuera un verdadero modelo de escapismo al estilo Coperfield, por si no aguataba ni abrazarse a si mismo.
Ya se imaginaba la escena : llegaba el mensajero con la caja de FedEx, y él la abriría. Si le ofrecía al mensajero una propina por atarle la camisa y éste no salía corriendo, tenía una posibilidad de autoabrazarse.

De todas, formas, www.magoporundía.com tardaría dos semanas en enviarle la camisa de su talla…tenía que encontrar otras maneras de superar su fobia.

Y entonces, lo vió. Había estado delante de él durante toda la tarde: Las páginas de esquelas del diario. Corrió a por una libreta y un mapa de Barcelona. Empezó a anotar todas las misas de difunto por horas y zonas…y se creó una gymcana de exequiales.Se vistió con su mejor traje negro, se lustró los zapatos y se lanzó a la calle.

Repitió la misma escena durante 4 días: se colocaba a la entrada de la iglesia, a esperar a los amigos del difunto. Cuando la gente se le acercaba, él les tendía la mano, y ellos la estrechaban entre lágrimas y a continuación le abrazaban. Al cabo de los 4 días, 167 abrazos. Los contó uno a uno. Hasta el 89 no había dejado de sudar, en el 138 ya no sentía escalofríos.

Regresó a su casa, llamó a su hija y le pidió que fuera esa noche a abrazarlo y a cenar con él.

2 comentarios:

Uno dijo...

Terapía de "choque". Parece que en este caso un buen remedio.

Si hiciesen la película de tu relato la podría llamar "Los abrazos: reto" :-)

Xus dijo...

genial la solución!!!
escribe mas joliiiiiin. un besote grande.